Ayer
reflexionaba sobre lo que está sucediendo a nivel mundial en materia
de política y me di cuenta de que a menudo cuando un político deja
su cargo parece como si no hubiera sucedido nada. Puede haber hecho
barbaridades, meter en la cárcel a gente inocente, cargar contra la
población, ahogar la economía, engañar, conspirar... ¡Qué más
da! Una vez abandona el cargo, se acaba todo. Ni tan siquiera pide
disculpas. Se imagina que lo hecho todo correctamente. Cuando menos,
así lo proclama.
Y
si, por casualidad, le piden responsabilidades, responde que a él lo
nombraron para el cargo y que hizo lo que le ordenaron.
¿Responsabilidad? Ninguna. Hoy estás y mañana no.
Por
esta razón muchos de los que ocupan cargos actúan con prepotencia
mientras se sientan en la poltrona. Tienen muy claro que no pasa
nada, que se irán a casa con la satisfacción del deber cumplido. Y
saldrán a la calle con la cabeza bien alta y la espalda bien tiesa.
Bien estuvo mientras duró.
¿Cuándo
los políticos firmarán un contrato como Dios manda? ¿Cuándo se
les exigirá responsabilidades por el dinero que cobran y el trabajo
que realizan?
Lo
único que muchos de ellos hacen es hablar (cuando saben hacerlo) de
la oposición o de la situación sin aportar ningún argumento, sólo
agitando el fantasma del miedo.
¿Os
habéis dado cuenta de que el discurso de las campañas son letanías
de reproches y de miedo? No votéis a los otros porque han hecho... o
han dejado de hacer...; no votéis a los otros porque os conducirán
al abismo...; no votéis a los otros porque...
En
muy pocas ocasiones, por no decir ninguna, he escuchado un discurso
lógico, un planteamiento coherente y limpio de una idea, un
programa, un plan estratégico pensando no tan solo en los cuatro
años siguientes, sino con una mente abierta y teniendo muy claro
hacia donde debe ir la sociedad.
Supongo
que, si esos mismos que saben que no pasa nada, tuviesen claro que al
final del mandato van a tener que rendir cuentas de lo que han hecho
y no han hecho, actuarían de muy diferente forma.
¡Oh!
ya se les pasará factura en las nuevas elecciones, me dirá alguien.
¡Ay!, le puedo replicar. Que la memoria es muy voluble, los favores
de última hora abundan, las listas cerradas permiten esconder muchas
cosas y los servicios prestados a los partidos tienen muy diversas
formas de ser compensados con cargos no electos. Me entendéis,
¿verdad?
De
manera que esta mañana me he levantado, me he mirado en el espejo y
me he dicho: abre los ojos y despierta.
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