martes, 19 de diciembre de 2017

CADA DIA ME CUESTA MÁS HABLAR


Después de ver y escuchar (sobretodo escuchar) el debate de ayer día 18 de diciembre de 2017 para las elecciones catalanas del próximo día 21, he descubierto que cada día me cuesta más hablar.
Después de contemplar con qué facilidad se puede decir lo contrario de lo que se afirmaba hace un tiempo, no demasiado, y además decirlo con toda la fuerza del universo, como si fuese la mayor verdad que nunca ha existido, me quedo boquiabierto.
Toda una vida procurando entender la propia vida, buscando respuestas reales a preguntas y más preguntas e intentando... no sé qué, ahora descubro que todo es válido, que, con tal de conseguir una silla o una poltrona, los hay que mienten descaradamente y que le dan la vuelta a cualquier planteamiento con argumentos cortados a su medida, sin más objetivo que la victoria a cualquier precio. Inducir a pensar no es precisamente su objetivo.
¿Cuál es, pues, su objetivo? Adormecer al que escucha y arrancarle el voto. Sin reflexionar, sin pensar, sin sentir. Un montón de eslóganes apañados y sacados de les recetas más puras del márqueting americano en la línea de les campañas de bombo, confeti i platillo.
Los que hasta hace poco iban por la vida de justicieros y ponían denuncias a diestro y siniestro, de pronto se alzan como los conciliadores y, si es necesario, se erigen en defensores de la lengua, de la convivencia, de los opositores y de lo que sea. ¡Qué más da! Lo que sea. Y lo son hasta el extremo más impensable, mientras abren la boca y gritan más que nadie.
Cuando el moderador lanza una pregunta directa, la respuesta siempre es ambigua, completamente alejada de la propia pregunta, con toques de recetas, llena de frases montadas artificialmente, que no dicen nada pero parece que lo dicen todo. Hay un guión que manda. Lo que llevas en tu corazón no sirve para nada, no gana votos, te descubriría y entonces sabrían cómo eres y quizás no te votarían. Es mucho mejor el guión porque buscas un determinado público.
Incluso, me doy cuenta mientras escribo estas palabras, de que procuro encontrar aquellas que digan lo que quiero decir, pero sin decantarme a un lado o a otro, porque deseo entender lo que sucede. Y no soy capaz de ello.
Evidentemente, yo no voy a votar en estas elecciones. No soy ni español ni catalán. Sin embargo, me dan pie a reflexionar sobre mi país i cuando llegan las elecciones. Y también me permiten recordar, cuando estaba dentro de la rueda de la política, cómo actuaba. Y la verdad es que hacía algo muy similar a lo que he contemplado. Realizaba el puerta a puerta y soltaba mi discurso, con ligeros retoques en función de quien tenía frente a mí. Ahora me pregunto si fui sincero. Y la respuesta resulta evidente: ¿cómo podía ser sincero con los demás, si no lo era conmigo mismo?
Sí, cada día me cuesta más hablar. Quizás porque cada día hurgo más en mi interior y me olvido de la imagen que he de proyectar. Quizás, si quiero hallar respuestas, el lugar más apropiado es en mi interior y lo que debo escuchar es, precisamente, el silencio. No todas las palabras que brotan de la nada.
La televisión, la radio, los diarios... Todos están llenos de palabras. En mi interior, con tanto ruido, parece una olla hirviendo. No quiero tomar partido, pero en mi alma, cuando me quedo en silencio, aparece una idea y me concede la paz. ¿Qué pediría, si pudiese votar? Sólo una cosa: ¡Libertad! Sin libertad nada tiene sentido.
Y de nuevo, una vez más, me digo: abre los ojos y despierta.

sábado, 16 de diciembre de 2017

¿DE QUÉ COLOR QUERÉIS PINTAR EL SOL?


Estoy absolutamente consternado. No hace demasiado viajé a Barcelona y me paseé por sus calles. Había lazos de color amarillo, la gente los usaba. Y bufandas, también de color amarillo, y jerseys y camisetas y gorros y... Alzabas la mirada y veías el color amarillo por todos lados: en los balcones, en las farolas, en los carteles, en los puentes, en los árboles de Navidad...
Y de pronto me llegan noticias de que unos no paran de interponer denuncias, mientras la guardia civil, los mossos de esquadra y otros se pasean por las calles, por los pueblos y por las ciudades para ordenar que retiren el color amarillo de los campos, de los balcones, de los puentes, de los árboles de Navidad, de todas partes. Y todo por orden de la autoridad. Incluso han hecho retirar las botellas amarillas de unos campos que servían per cazar los insectos que atacan a las cosechas. Hasta este punto han llegado.
¿Acaso habéis perdido el juicio? Es decir: a partir de ahora en Catalunya ya no existe el color amarillo. ¡Ah!
Eso significa que tras la lluvia aparecerá un arco iris de seis colores, en lugar de siete.
Eso significa que las margaritas han sido erradicadas de Catalunya.
Eso significa que todos los coches de color amarillo no pueden circular ni por la calle ni por las carreteras de Catalunya.
Eso significa, por lo tanto, que los taxis de Barcelona tienen que prohibirse.
Eso significa que la bandera española, a partir de ahora cuando ondee en Catalunya, será “roja y...” algo más. Pero nunca gualda. Porque el color gualda es amarillo dorado. Pero es amarillo, al fin y a la postre. ¿Verdad?
Eso significa que todas las hierbas y flores del campo que sean amarillas, en Catalunya tendrán que desaparecer o cambiar de color. Por imperativo legal, naturalmente.
Eso significa que Catalunya incrementará el turismo hasta tal extremo que no cabrá ni un alfiler. ¿Quién quiere perderse el espectáculo único que representa contemplar el astro rey, nuestro amado sol que nos alumbra y nos calienta desde lo más alto del firmamento, de pronto pintado de verde o de rojo o de azul o... ¿Qué color escogerán los que tienen la autoridad para decidir?
Me perdonaréis, pero me río de todos los... (no sé cómo calificarlos)... que ya no saben qué hacer ante un símbolo que ya es tan fuerte que los asusta hasta el extremo de querer lograr que desaparezca un color del arco iris.
En una campaña electoral cada contendiente escoge su color, su motivo, su frase, su lema y su discurso. Si las circunstancias favorecen a algún grupo, o a más de uno, y les permite aprovecharse de un color, de un olor, de una idea o de lo que sea, ¿quién eres tú para decir que no es válido, como cuando éramos criaturas y jugábamos en el patio de la escuela?
Habéis (quien sea que toma estas decisiones) llegado a un extremo de locura y cerrazón tan grande que podría darme risa, pero me da pena y hasta miedo. ¿Qué no seréis capaces de hacer, si pretendéis eliminar por decreto un color del universo?
Cuando menos, me gustaría que hicieseis un referendum para determinar qué color es el escogido mayoritariament para pintar el sol. Sería todo un detalle de democracia. ¿No es así?
A ver si la fortuna me sonríe y, de una vez por todas, me planto ante el espejo, me miro fijamente a los ojos y me digo muy convencido: Abre los ojos y despierta.