En una confrontación que
dura tiempo y acaba convertida en una guerra informativa y
sicológica, salen a la luz todo tipo de armas para derrotar al
enemigo.
La mentira es una de
ellas, por no decir la más empleada. Y hoy en día aún más. Las
redes sociales permiten cualquier cosa. Di lo que te plazca que
alguien te apoyará y te ayudará a propagarlo.
¿Necesitáis un ejemplo?
¡Fácil! Hay tantos...
El otro día me llega,
refiriéndome al tema de Catalunya, un mensaje en el que me dicen que
el ministro Dastis ha recibido un “zasca” por parte de un
presentador de la BBC. Concretamente, dice, el ministro soltó que
todas les grabaciones del uno de octubre eran falsas y, sigue
diciendo el mensaje, el entrevistador le responde que muchas de ellas
habían sido hechas por la propia BBC. “ZASCA!”, concluye el
mensaje.
El problema es que yo, en
lugar de enviarlo a mis contactos, busqué la grabación original de
la entrevista en la BBC, la visioné y, si bien era cierto que el
ministro dijo lo que dijo y después matizó porque se dio cuenta de
que se había pasado tres pueblos, no es cierto que el periodista le
respondiese que las grabaciones las había hecho la BBC. De manera
que no era necesario inventarse nada. La noticia era que el
periodista le había insistido incrédulo y el ministro había
rectificado. Es más que suficiente.
Os puedo contar historias
y anécdotas de otro color, porque recibo por todos lados y de todo
tipo. Aquí no se escapa nadie. Sin embargo, creo que el ejemplo dado
basta por sí solo.
Y es que, cuando se llega
a este extremo, entramos en aquel juego que hemos visto en más de
una película donde la mujer le dice al hombre “Dime que me
quieres. ¡Miénteme!”. Es decir: quiero escuchar palabras bonitas,
aunque sean mentira y yo lo sepa.
Si disponemos de
argumentos, no es necesario mentir ni inventar historias. Las
mentiras, tarde o temprano, salen a la luz. Los argumentos son
indestructibles.
Les Redes representan una
gran arma. En todos los sentidos. Para evitar que se escondan
verdades y, al mismo tiempo, para esconder tras cortinas de humo todo
lo que nos interesa o para esparcir toda la porquería que queramos.
¿En dónde está el
freno? En cada uno de nosotros, en nuestro sentido de la decencia, en
nuestra inteligencia y en nuestra capacidad de razonar i de filtrar.
De manera que, por favor,
abre los ojos y despierta.
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