martes, 24 de octubre de 2017

¡MIÉNTEME!


En una confrontación que dura tiempo y acaba convertida en una guerra informativa y sicológica, salen a la luz todo tipo de armas para derrotar al enemigo.
La mentira es una de ellas, por no decir la más empleada. Y hoy en día aún más. Las redes sociales permiten cualquier cosa. Di lo que te plazca que alguien te apoyará y te ayudará a propagarlo.
¿Necesitáis un ejemplo? ¡Fácil! Hay tantos...
El otro día me llega, refiriéndome al tema de Catalunya, un mensaje en el que me dicen que el ministro Dastis ha recibido un “zasca” por parte de un presentador de la BBC. Concretamente, dice, el ministro soltó que todas les grabaciones del uno de octubre eran falsas y, sigue diciendo el mensaje, el entrevistador le responde que muchas de ellas habían sido hechas por la propia BBC. “ZASCA!”, concluye el mensaje.
El problema es que yo, en lugar de enviarlo a mis contactos, busqué la grabación original de la entrevista en la BBC, la visioné y, si bien era cierto que el ministro dijo lo que dijo y después matizó porque se dio cuenta de que se había pasado tres pueblos, no es cierto que el periodista le respondiese que las grabaciones las había hecho la BBC. De manera que no era necesario inventarse nada. La noticia era que el periodista le había insistido incrédulo y el ministro había rectificado. Es más que suficiente.
Os puedo contar historias y anécdotas de otro color, porque recibo por todos lados y de todo tipo. Aquí no se escapa nadie. Sin embargo, creo que el ejemplo dado basta por sí solo.
Y es que, cuando se llega a este extremo, entramos en aquel juego que hemos visto en más de una película donde la mujer le dice al hombre “Dime que me quieres. ¡Miénteme!”. Es decir: quiero escuchar palabras bonitas, aunque sean mentira y yo lo sepa.
Si disponemos de argumentos, no es necesario mentir ni inventar historias. Las mentiras, tarde o temprano, salen a la luz. Los argumentos son indestructibles.
Les Redes representan una gran arma. En todos los sentidos. Para evitar que se escondan verdades y, al mismo tiempo, para esconder tras cortinas de humo todo lo que nos interesa o para esparcir toda la porquería que queramos.
¿En dónde está el freno? En cada uno de nosotros, en nuestro sentido de la decencia, en nuestra inteligencia y en nuestra capacidad de razonar i de filtrar.
De manera que, por favor, abre los ojos y despierta.

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